EL FERROBÚS (Más rápido que el Corto, más moderno y más imparcial)

Cuando notas cierto frío por la rabadilla y las coyunturas se te resquebrajan, o estás de agua hasta la rodilla o es que estás hasta el gorro de tus gobernadores... (Alexander Fleming a punto de inventar la penicilina).

sábado, julio 14, 2007

A VUELTAS CON EL RODABALLO

Érase un viernes cualquiera -aunque no exactamente. Cruzamos, a eso de las ocho de la tarde, una escueta llamada telefónica: "¿Mañana? Bien, vale, adiós".

Las expectativas no contemplaban excesos destacables. Sería un fin de semana playero más. Un corto viaje cruzando media Axarquía -con improvisada alteración a medio camino-, un apresurado desembalaje de lo más imprescindible, un llegar al antiguo "Quitapenas" (que ya no es lo que fue) y unos boqueroncitos. Y unos chopitos, y una ensalada -para ellas mayormente-, y unas gambitas y unos nuevos chopitos para colmar la cosa. Todo ello con tintos de verano, cervezas varias, café, no copa, y el consabido cigarrillo de después.

Tras el yantar un regreso a la sombra hostelera, un hasta luego y, para algunos, tres horas de horizontalidad interrumpida por Carmen Sevilla y los anuncios de Movistar y sus tarifas.

Ellas, sin embargo, ansiosas del moreneo, del cotilleo y de la salinidad de la tarde, salieron disparadas, ascensor abajo, hasta la orillita del mar. También colaboraron al cese de nuestra siesta al depositar, "sigilosamente", las sombrillas, bultos y parafernalia diversa que siempre las acompaña. Y un helado... para ser escrupulosamente veraces.

Duchita reconfortante, bulla inconcreta y bajada -primera para ellos- al borde de la mar. El reclamante empezaba a estar malillo. Apenas hablaba porque las anginas atoraban su natural verborrea dialéctica. Olor a azul y dispersión controlada buscando espacio para gastar el principio de la noche. El tabaco que no falte. "Aquí cerca hay un sitio muy bueno". Un Ballantines aliñado, un Larios sin hielo... y los primeros pinchazos en la garganta.

Duro, que es más duro que un arado -inclúyanse otras similitudes además-, el turista se nos puso enfermo. Pero, lejos de rendirse atacó la avenida desafiando la brisa y la oclusión de dos anginas como pelotas de golf con una dignidad encomiable.


Aún pudo -que luego no- acompañarnos, con palmera al fondo, destellos de flash -y la luna llena riela en el horizonte y las olas lamen las manos- en una frugal cena de pescados varios que no vienen al caso.
Y además nos permitió culminar la noche con varias copas de destilados.

La luna llena se esconde tras la palmera y sólo la paciencia del fotógrafo logra sacarle una imagen caribeña al paisaje(aunque ligeramente movida).

Nos recogimos pronto. Lo gordo vino al día siguiente.